Somos Conciencia Ecológica

Desarrollar y expandir la conciencia ecológica, implica profundizar en la comprensión intelectual y vivencial que somos «Uno» con todos los seres vivientes y que inevitablemente somos parte de la «aldea global».

 

Desarrollar y expandir la conciencia ecológica, implica ahondar en la comprensión intelectual y vivencial de dos conceptos aparentemente antagónicos y disociados, la individualidad y la convivialidad, y, sin embargo, profundamente complementarios para la construcción de la casa común.

Cada comunidad es constituida por múltiples recursos: la tierra, la flora, la fauna, los minerales, el clima y el agua.

De estos recursos queremos efectuar una análisis profundo e integral, que nos permita comprender la magnificencia del hábitat natural donde se desarrolla nuestra vida cotidiana. Dichos valores son los que garantizan a nosotros y a las generaciones que vendrán, la calidad de vida, en la medida que asumamos una conducta responsable y consiente de cuidado, preservación, uso racional y respetuosa hacia cada uno de esos recursos naturales. –

A partir de esa concepción podemos ahondar en la valoración ética, estética, social y económica de los recursos naturales.

La valoración ética de los recursos naturales hace referencia a la costumbre o hábito que el ser humano ha cultivado a lo largo de la historia en su relación con los recursos naturales. El ser humano siempre ha convivido con ellos y en las distintas contextualidades históricas y geográficas, ha establecido conductas de cuidado como de uso indiscriminado y dañino. El Estado actual de los recursos naturales, de deterioro y de contaminación, Nos impulsa a desarrollar un nuevo concepto que haga referencia a sus orígenes y a la relación con los seres humanos, como individuos y como comunidad. Los recursos naturales, en sus múltiples manifestaciones están presentes desde siempre para garantizar la calidad de vida de todo se viviente.

 

La valoración estética de los recursos naturales, hace referencia a esa relación que el ser humano ha establecido a lo largo de la historia y en los distintos ámbitos geográficos acerca de la precepción con la totalidad de sus facultades sensoriales, de la belleza intrínseca de los mismos. Es innegable la belleza que naturalmente ellos transmiten. Esta valoración estética no es una cuestión solo subjetiva sujeta al desarrollo de la capacidad de valoración de los mismos. La valoración estética es una cuestión objetiva, anclada en la misma esencia de los recursos naturales, pues su belleza es intrínseca y le es propia, no le esta conferida por el ser humano.

 

La valoración social de los recursos naturales apela a la naturaleza social del ser humano, a su condición intrínseca y no solamente un ser individual. La comprensión intelectual y vivencial de la naturaleza social del ser humano es el sustrato filosófico que permite una mayor amplitud en la valoración de los recursos naturales. En este análisis es imprescindible incorporar dos conceptos para la comprensión del valor social de los recursos naturales, y son la racionalidad y la solidaridad. Ellos son los cimientos de la aldea global o la casa común a la cual hacemos referencia al inicio del artículo.

Por último, el concepto de la «licencia social», que esgrime el colectivo Jóvenes por el clima, organización mundial que encabeza la militante sueca Greta Thunberg, va iluminado los distintos estamentos de la sociedad planetaria y con ellos la comprensión que el uso razonable de los recursos naturales requiere de la licencia o de la aprobación social, porque de ellos depende la calidad de vida de la humanidad actual y de la que viene.

 

La valoración económica de los recursos naturales hace referencia a ese valor, el económico, que esa intrínseco a todos los bienes que están sujetos a la espacialidad y a la temporalidad, que son medibles y valuables. Pueden disponer de «pertenencia» pero no de «apropiación». En este punto, el valor económico de los recursos naturales, el cual deriva de los múltiples cuidados que ellos demandan, entre otros las acciones de preservación y mantenimiento, se conjugan con la racionalidad y la solidaridad. El acceso a los recursos naturales es un derecho que pertenece a todo ser viviente, porque ellos garantizan su calidad de vida. Este proceso es comprensible y aplicable en el contexto de la racionalidad y la solidaridad. Y requiere claridad en la diferencia de los conceptos de «pertenencia» y «apropiación».

La valoración económica de los recursos naturales deviene, como hemos dicho en el párrafo anterior de estar inmenso en las dimensiones propias de la naturaleza humana, la espacialidad y la temporalidad. Esto que parece obvio, tiene innumerables implicancias, una de ellas, es que los recursos naturales son bienes finitos y limitados, sujetos al uso que se haga de ellos. El lamentable deterioro de los recursos naturales al que asistimos pone en evidencia el atributo de la «finitud» al que hacemos referencia. El desarrollo de la conciencia ecológica conlleva la comprensión de este concepto de finitud para realizar la valoración económica adecuadamente, ya sea en su realidad en sí misma, como en su realidad exógena, es decir como un recurso destinado a garantizar la calidad de vida del ser humano.

Por estos atributos, éticos, estéticos, sociales y económicos son conceptos nucleares. Su consideración y comprensión es imprescindible para avanzar en forma objetiva hacia una mayor conciencia ecológica que nos permita una mayor calidad de vida individual y social, como un bien asequible y tangible, para nosotros y para la humanidad que viene.

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DELINQUEN Y SERÁN JUZGADOS

sábado, 13 de marzo de 2021

POR IGNACIO ABEL URIBURU

La sociedad asiste atónita a la realidad actual de Formosa y de los pobladores del sur argentino.

Formosa no es la única provincia sometida a un poder feudal pero sí, quizás, la más evidente de todas por las características antidemocráticas y antirrepublicanas de sus instituciones.

En el otro extremo, una organización armada de delincuentes comunes, autopercibidos pueblos originarios, está incendiado propiedades y desalojando por la vía de hechos de violencia a los pobladores de la cordillera, con varias víctimas en su haber incluidos asesinatos.

Hay que decirlo, la violencia institucionalizada es una condición de aseguramiento del modelo de gestión de Alberto Fernández a fin de poner en vigencia el neo chavismo en Argentina. Es decir, la consolidación de la legitimación de la violencia institucional de Insfran y, el despojo de los pobladores del sur por el RAM, representarán dos éxitos del gobierno y el botón de muestra de cómo será el populismo que nos regirá tras las elecciones de octubre próximo: sin libertad, sin derechos y sin justicia.

Así, entre un gobierno nacional cómplice necesitado de la instalación de la nueva normalidad de violencia social y una oposición que se debate en oportunismos y rótulos carentes de todo sentido, estamos los argentinos en el ojo de la tormenta.

Seamos claros, ni la contundencia de una bala reconoce la ideología del que está en su trayecto, ni la instalación del sistema chavista va a ceder a ninguna otra circunstancia que no sea la adhesión incondicional al régimen.

Los argentinos tendremos una chance más si somos conscientes de lo que enfrentamos, y si defendemos la unidad de valores, así como nuestra vocación de ser una nación soberana. Sólo entonces vamos a lograr torcerle el brazo al populismo.

Nuestro bastión es la constitución, con su preámbulo, parte primera dedicada a dignificar al hombre, con sus órdenes de igualdad y de cargas, con sus llamados a defenderla y participar en la siempre inacabada tarea de construir la nación sin grietas, con paz social e inclusión, con justicia, con progreso y con un amplio llamado a todos los hombres libres del mundo a habitar el suelo patrio. También, la parte segunda que nos habla de poderes, leyes, competencias y autoridades de gobierno.

Nadie puede ni está habilitado a ir en contra de la constitución nacional y quién lo haga estará delinquiendo. Nadie puede abstraerse de sus obligaciones desde la situación relativa que ocupa. Ningún funcionario puede excusarse de cumplir la constitución. Ningún policía puede decir que hizo o dejó de hacer algo en contra de la ley porque se lo ordenaron o porque hacerlo hacia peligrar su trabajo. Así tampoco se podrá justificar ningún juez que no haya cumplido el magno deber de velar por los derechos de la ciudadanía.

La resistencia Formoseña y el dolor de nuestros conciudadanos del Chubut nos debería movilizar a todos en todos los puntos del país hasta que quienes empujan a los pobladores a la calle y a las mujeres a esconderse en el monte para poder parir, sea puestos en su lugar natural que es tras las rejas y en el banquillo de los acusados.

Necesitamos «ORDEN» y políticos que estén convencidos de esa necesidad imperiosa. No va a ser con fórmulas mágicas, con actos de oportunismo ni con rótulos, sino con un profundo compromiso por la institucionalidad y la vigencia irrestricta de la ley como vamos a superar la crisis.

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