Enfrentar la «Pobreza»

La pobreza estructural y el déficit de las cuentas públicas no son sino una fenomenal bomba de relojería que tienen al país y a los gobiernos de rehén, en el empecinamiento por no querer abordar su solución que, como toda solución, comienza por transparentar la verdad.

La pobreza presenta aristas poco conocidas o que se difuminan en las múltiples discusiones en torno a la grieta para hacer que pierdan intensidad o claridad. Lo que gestionan los gobiernos desde el año 2009 es la pobreza en una pauperización política que tiene a los actores políticos cómodos en un sistema clientelar cada vez más perverso.

Tenemos una primera arista que hace al hombre y su inclusión dentro del sistema de generación de trabajo y riqueza. En un país donde la naturaleza mana leche y miel hay 3,3 millones de desocupados sobre una población económicamente activa de 20 millones de personas. El 49,3% trabaja en la informalidad, sin aportes, sin cobertura de riesgos y sin acceso a la seguridad social y la mitad tiene ingresos por debajo de la canasta familiar mínima. La consecuencia de ello es que este amplio segmento de compatriotas se sitúe al margen del sistema del crédito para la vivienda y la compra de bienes y servicios, que deba pagar por ellos precios exorbitantes y que la satisfacción de las necesidades de financiamiento la deba realizar en el marco de la usura.

La segunda arista de la pobreza hace al hombre y su hábitat. El país acumula un déficit de 3,5 millones de viviendas que abarcan a casi 12 millones de compatriotas que carecen de un hogar o, lo que es lo mismo, algo así como 220.000 millones de dólares y una infraestructura urbana que demandará de una inversión en servicios básicos para ese segmento únicamente de 50.000 millones de dólares. Según la encuesta de condiciones de vida de los hogares, realizada en 31 principales conglomerados urbanos del país, más de 10 millones de argentinos (35,4 %) no tienen acceso a la red de gas, casi 9,5 millones (33,3 %) carecen de acceso a la infraestructura de alcantarillado y 2,8 millones (11,4 %) no tienen agua corriente. Además, 4,6 millones (15,3 %) carece de un sistema de saneamiento adecuado en su hogar y, de hecho, 2 millones (7,5 %) carece de baño con descarga de agua. En mucho, el combate contra la pobreza comenzará con planeamiento urbanístico, desarrollo de infraestructura básica, terminación de los barrios y construcción de viviendas procurando nuevos equilibrios allí donde la nación pueda brindar mejores expectativas de progreso que por cierto no es el AMBA y los conglomerados suburbanos de las principales ciudades del país.

La tercera arista de la pobreza refiere a la salud como condición de desarrollo del hombre y la comunidad. Cuesta invertir en salud, pero mucho más le cuesta a una economía las pérdidas y erogaciones que generan una población disminuida por la falta de nutrición adecuada y de un sistema público de salud que la contenga adecuadamente. La salud en la Argentina es a demanda de la población y no bajo programas preventivos o de mejoramiento de las condiciones psicofísicas de corto, mediano y largo plazo, historia clínica unificada, medicina de cabecera, etc. Aún no hemos resuelto las desigualdades que produce el sistema de salud. Si bien la población en su conjunto tiene la posibilidad de acceder a los servicios ofrecidos por el sector público de salud, aún persisten brechas importantes y asignaturas pendientes, especialmente en lo relativo a la calidad del servicio. Por un lado, el gasto total en servicios de atención de la salud supera el 8,5% del PIB, uno de los niveles más elevados de América Latina, por el otro existe una deuda con los sectores vulnerables de la población. Para colmo de males no existe una coordinación en el esfuerzo público y de las obras sociales en beneficio de destinos extraños al sistema que involucran a funcionarios y los principales referentes sindicales. No es extraño que un hospital se inaugure 6 veces, lo que sí es extraño es que tenga la aparatología, servicios y calidad de atención acorde con una dignidad mínima del ser humano. El ejercicio de la medicina se ha vuelto para los facultativos del sector público una actividad de riesgo humano. La salud debe ser un programa público a nivel de política de estado y volcarse decididamente hacia su programación preventiva, con atención temprana, seguimiento por medio de la historia clínica única y la intervención oportuna.

La cuarta arista de la pobreza tiene que ver con los segmentos más jóvenes de la población y su formación educativa para el futuro. Ellos están llamados a ser el capital humano de la nación. El impacto de la infraestructura escolar en los aprendizajes de la educación es significativo, sin embargo, la infraestructura educativa está subinvertida, presenta déficits de mantenimiento, y constituye para el alumnado un enorme desaliento para persistir hasta completar el ciclo formativo. Los principales desafíos que enfrenta el país en materia educativa se sitúan en los extremos del sistema educativo obligatorio. En el nivel inicial aún hay un déficit de cobertura atravesado por profundas desigualdades por nivel socioeconómico, que deriva en que los más pequeños tengan oportunidades educativas muy dispares en una etapa clave del ciclo vital. En el nivel secundario, la mitad de los estudiantes que ingresa no logra terminar; tenemos un serio problema de trayectorias educativas que demarca en los jóvenes recorridos muy difíciles hacia la adultez. La desprotección de la inversión educativa pone en riesgo la posibilidad de alcanzar mejores estándares en los resultados. El compromiso con la educación de calidad plena como política de igualación de oportunidades debiera ser una política pública con nivel de política de estado.

La quinta arista de la pobreza estructural de nuestro país con el hombre y su inclusión en el llamado a construir un país y poder gozar de sus beneficios. Casi la mitad de la población vive con ingresos por debajo de la línea de pobreza (18,5 millones de compatriotas), en tanto que 4,7 millones son directamente indigentes al no poder cubrir las necesidades mínimas elementales. 7 de cada 10 niños que nacen son pobres. De los 8,8 millones de trabajadores en la pasividad, solamente 2,978 hicieron aportes regularmente y 5,080 alcanzaron el beneficio a través de las moratorias. La consecuencia es que la mitad perciba el haber mínimo jubilatorio. La relación entre trabajadores pasivos y trabajadores activos aportantes al sistema solidario de reparto es de 1 a 1,3 cuando tendría que ser de 1 a 3. La diferencia se justifica por el nivel del trabajo informal del 49,3% de la PEA. Percibiendo subsidios hay 12,5 millones de ciudadanos.

La sexta arista de la pobreza tiene que ver con la seguridad ciudadana, donde el Estado está directamente ausente por causa de la complicidad entre la política y el delito organizado. La droga depreda a nuestros niños y no la de alta calidad que se envía a Europa sino la de baja calidad, altísimamente tóxica y mortal como es el paco. La única forma es reinstaurar la presencia del orden y la autoridad en todos los rincones del país, sin reparar en la calidad vulnerable del segmento. También perseguir en forma orgánica el delito organizado, la trata de mujeres y niños y todo tipo de sumisión a un orden violento y no al orden jurídico como modo de relacionamiento.

El Estado cumple mal sus funciones y, en lo fundamental se ha vuelto una tesorería deficitaria que cobra lo que puede y paga cualquier cosa con la ayuda de la máquina de hacer billetes que es la principal generadora de la inflación que es el impuesto que tributan los sectores medios y bajos de la población. Del PBI casi el 60% se destina al gasto público, siendo el Estado el principal tomador de fondos se prevé que en 4% del PBI del 2021, un depredador sistemático de la economía y esterilizador de las condiciones para poder torcer el rumbo de la crisis hacia una economía sustentable.

Este cuadro lamentable tiene una solución que es a través del orden político e institucional. Hay herramientas que nos permitirán torcer el rumbo hacia un crecimiento de la economía basado en la fuerza creadora del sector privado que nos permitirán en lo inmediato generar de 2 a 2,5 millones de puestos de trabajo sobre la capacidad ociosa instalada y revertir la informalidad laboral en trabajo formal mediante la eliminación de los costos improductivos y la reforma de la ley de trabajo dependiente que se focalice en la producción y productividad y el mejoramiento salarial sobre la base de la mayor productividad del sistema e incentivos fiscales asociados a la generación de riqueza y aumento del PBI.

Para enfrentar la pobreza necesitamos también dar muestras de austeridad republicana y dar eficiencia al Estado en el cumplimiento de sus fines específicos, eliminar los gastos improductivos, limitar en el tiempo las subvenciones, promover e incentivar las inversiones y creación de empleo, simplificar los tributos y bajar la participación del Estado a no más del 25% del PBI.

Este pensamiento no pretende abarcar el todo ni caer en un reduccionismo. Lo que persigo es mostrar al ciudadano de a pie que otro país es posible y, que en mucho, depende de nosotros mismos.

Pobreza